Creo que me juega en contra a veces ser considerada “perfecta”.
Solo soy yo. Aquí, humana al fin y al cabo, cansada sobre todo y sin ganas que echarle a nada ni nadie. Creo que hoy me defino como esa muñeca preciosa que está rota y guardada en un cajón, escondida dentro de las miles de “cosas por hacer” y aplastada por el continuo abuso de café.
Suelo ser independiente. Me gusta pensar que llego a ser terca en el afán de no querer depender de nadie pero a veces, solo a veces y en días como hoy siento que necesito un verdadero apoyo, un refugio, alguien que me tome y me deje acurrucarme en su piel, que me cuide y me diga “hey, nena, no importa nada, todo estará bien”.
Y si no están realmente bien las cosas, si caigo al suelo de todas formas, necesito que se acueste conmigo y desde ahí, juntos de la mano me siga cuidando.
Yo no soy perfecta, disto mucho de serlo, pero me dicen así porque los hago felices.
No soy perfecta, todo lo contrario, pero me esfuerzo en decir y hacer feliz al resto.
No soy perfecta y no quiero serlo.
No soy perfecta y no espero serlo.
No soy perfecta aunque piensen aquello.
Querer e intentar hacer feliz a la gente no me hace perfecta.