sábado, 1 de diciembre de 2018

Ya es casi la 1 30 am y estoy un poco ebria escribiendo esto así que pido disculpas de antemano si suena un poco cruel, la intención nunca ha sido herir putas sensibilidades.
Tengo los pulmones doloridos de la ingesta de nicotina, tengo el corazón bailando como colibrí gracias a que olvide el medicamento y tengo el cerebro obnubilado de humo y alcohol gracias a las cervezas. Hoy hablaba con Andrés comentándole de que quería emborracharme, fumar y escribir y el solo me pregunto que me detiene. Y claro, le dije un porqué pero siento que en realidad soy una mentirosa parcial. Incluso ahora no estoy fumando para seguir mi tradición, y es que siempre he pensado que el día de mi muerte va a ser bebiendo algo con un cigarro en mano y escribiendo una carta de mierda que tratará de explicar lo que jamás se puede expresar de verdad, porque son tus visceras las que duelen y sufren y otros no las pueden sentir aunque intenten empatizar. No estoy segura de a qué edad fué pero tengo mis días contados y la bomba de tiempo que tengo por miocardio solo me recuerda aquello, aquel pensamiento de que el día que me suicide, si la biología no se detiene antes, tendré las tres cosas en mis manos y en mi cuerpo. No es poético, ahora pienso más fácilmente en las utilidades de la escopeta vs la inutilidad de cortarse una arteria y no, no soy suicida pero lo fui y tengo memoria para cosas de este estilo, una memoria para recordar tormentos y para que me juegue en contra cuando mi autoestima esta por el suelo como justo en este momento.
Hoy conocí un ilusionista, de esos que hacen trucos propios de bardos y con su habilidad nos escondía cosas donde nadie notaba mientras mostraba otra cosa. Es irónico ya que mientras lo veía esconder y desaparecer pelotas de sus manos yo recordaba en lo fácil que es esconder situaciones y detalles en mi y dejarlos “al fondo del cajón” por decirlo figuradamente, esconderlos o desaparecerlo y que solo dejen la ansiedad como la única huella de que me estoy rompiendo por dentro. No puedo mirarme al espejo. No porque sea fea (que no me importa lo que me digan, sinceramente no me siento atractiva en este momento, sino un poco sucia y asqueada), sino que el espejo muestra realmente quien soy y es solo un monstruo que nadie quiere realmente ver, que solo busca un poco de reconocimiento por toda la mierda que soporta en sus alas, un ser indigno que solo quiere intentar sentirse mejor y que falla estrepitosamente una y otra vez solo por la convicción natural de ser de las sombras y que la bondad no la dan sin segundas intenciones.
Aquí , aquí me detengo, porque ya se nota lo mal que estoy de la cabeza . 

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