sábado, 2 de diciembre de 2017

Reglas.

Estoy arrimada en tu regazo. Tus manos ocupadas trabajando en hacerme cosquillas que no siento pero que las río porque debo. Porque así me enseñaron. Porque los trucos del dormitorio son un aditamento más para una dama que quiera tener poder.

Tus manos bajan aún más y se vuelven osadas, la caricia es ruda, amasas mi piel como si fuera de tu completa pertenencia y claro, lo es....por un par de horas. No me molesta si me dejas morados ya que eso es un cobro extra, así que suelto un gemido de placer dispuesto en tu oído que sé que te vuelve loco.

.- Quiere tomarme Amo...? -. Te susurro suave, muerdo el lóbulo de tu oreja y sigo un camino de besos hasta  la comisura de tu boca, sin tocarla, solo un roce. Siento como tu miembro se endurece dispuesto a ser el Amo que insinúe que sería, y claro, yo sería la sumisa obediente y complaciente  hasta de sus más bajos caprichos. Era la perfecta actriz. Dispuesta a ser sumisa o dominante, dispuesta a maltratar y gritar según gusto de consumidor. Un año en este trabajo y  podría decir que incluso ahora nadie entiende como escalé tan alto. Pasé de ser una más a ser “La” Muñeca de este lugar. Ahora solo atendía grandes clientes y no solo pagaban mis servicios de amor, sino también de compañía de vacaciones y  mis capacidades visuales para grandes eventos. En general, estaba dispuesta a todo y no sólo era un cuerpo para satisfacer, mi servicio era completo. Estudiaba a mis clientes en afán de hacerlos lo más felices posibles, estudiaba a sus enemigos para saber que temas evitar y en general los hacía sentirse poderosos... mientras pudieran pagarlo.

Ya estoy de espaldas otra vez y siendo follada de forma dura. Mi “amo” nalguea mi trasero y se que mañana me costará sentarme pero de momento grito como si quisiera más y que estoy por correrme. El toma mi pelo y lo tira con fuerza hasta que doblo el cuello hacia atrás. Me da estocadas profundas y me grita que debería agradecerle por el placer que me entrega cosa que digo entre sollozos no del todo falsos. Sus manos buscan mi cuello y empiezan a apretarlo y yo solo aguanto mientras hago espavientos calculados como si me corriera y me desmayara por el placer y el ahogo. Siento dos estocadas más y algo cálido manchando mi espalda y mi trasero. Al menos recordó correrse fuera, como era su deseo. Después se derrumba encima mío. Yo me giro, lo abrazo y lo acurruco junto a mi pecho para que descanse. Al día siguiente le prepararé un delicioso desayuno y apareceré con su camisa entreabierta y le conversaré sobre la cena de anoche con los inversionistas de su empresa: Cuales manipular, cuáles deseaban a alguien más, quienes querían hundirlo y que mujeres sabían de lo que se traía sus maridos entre manos y que podían ser compradas. Toda esa información sacada en una noche por solo unos miles de dólares. 

Prostituta, Analista de Riesgos de inversiones, Psicóloga y Mujer de Lujo en realidad. Esos eran mis títulos. Entrenada desde que aprendí a hablar, pensada para ser buena esposa del marido ya concertado. Marido que ya no me acompaña por desfortuna del destino y entregada al mejor postor por desiciones mal tomadas. Solo tenía una norma y era explicitada antes de firmar el contrato. Todos mis clientes sabían de la norma de los besos. Jamás daba besos en mi trabajo, no quería que den se malinterpretaran las cosas, y si los daba, no era porque pagarán por ellos. Ellos podían ganárselos, y más que eso, era mi forma de tener una elección. La única elección que tenía en este lugar. Y no se canjeaban por joyas, sino por algunas otras cosas que pocos hombres (y mujeres) de poder están dispuestos a entregar. Pero algunos lo hacen. Y no voy a mentir diciendo que jamás he dado uno, porque hay veces que uno encuentra, entre conversaciones, a esas personas que. sin quererlo, te abren el corazón y te muestran su vulnerabilidad, que terminan de cierta forma encantándome. Porque me dan el poder de destruirlos si quisiera, pero ellos están embobados mirando el corpiño del vestido que demuestra que estoy sin corsé y no les importa si les clavo un cuchillo en su piel mientras prueban la turgencia de uno de mis pechos. Porque me subestiman pensando que pueden controlarme sin problemas. Y yo no soy quien para sacarlos de dicho error. 

A veces, me da risa. Miro el ensortijado pelo oscuro de mi querido de esta noche, su piel morena y sus rasgos particulares y me pregunto...¿Acaso nadie le enseño que las guerreras más peligrosas son aquellas que en el dormitorio te dejan sin armas? Todo, absolutamente todo, se trata de poder.

Miro el reloj. Es hora de una segunda vuelta. Debo ir a preparar desayuno antes de que baje mi estándar de atención. 

¿Donde estará su camisa? ... 

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