Y ella camina feliz de la mano con él por las hermosas calles de aquel exótico país. Su piel blanca había conseguido algo de bronceado y su boca nunca dejaba el tono rojizo de tantos besos que le eran robados y que robaba para si misma. Y él sonreía sin parar, la tironeaba de aquí para allá como un niño mostrándole y enseñándole la cultura nueva, la diferencia de acentos, la diferencias culinarias. Entre beso y beso le enseña a disfrutar frutas que no conoce y ambos ríen cuando la colada se resbala de las manos por un tropiezo. Y de la nada viene la lluvia y ellos huyen a la cama que los recibe amorosa para soportar sus caricias, sus besos, mordiscos y afuera la lluvia arrecia en tormenta tropical y un rayo ilumina la habitación que provoca que se separen de improviso del susto...
Y ella despierta a muchos kilometros de distancia completamente sudada y llorando en amarga pena mientras ve a su alrededor que solo la acompaña el silencio.
Nunca, siempre estás acompañada, porque hay un ser, un ente extraño que lleva media luna de plata ligada con una cadena al corazón.
ResponderEliminarSolo son penumbras. Pudo ser peor.
EliminarEs un cuento.