miércoles, 28 de septiembre de 2016

Penumbras de una Musa

Cuando un escritor pierde a su musa, todos saben que ocurre con el. O al menos una idea aproximada. Las ideas no se hilvanan, el cafe se consume y las paginas no avanzan. Para estos casos, suele recomendarse al escritor que se tome unos dias o meses e incluso años para buscar la paz nuevamente en su interior, para hallar a esa inspiración que le hizo deslizar el lapiz sobre el papel, impresionando una letra sobre la otra, creando un mundo nuevo y desconocido. Y eventualmente o talvez muy tarde, esta inspiracion vuelve u otra nueva es capaz de hacerle retomar el camino perdido en el texto.
Pero qué pasa con la musa de inspiración? La primera pregunta obvia seria "porqué se fue?" La respuesta más común es "no lo sé". Y claro, ella jamás dejará una nota explicando el porqué. 
Y esto simplemente es asi, al igual que las recomendaciones de un año sabático para el escritor, para que busque un nuevo camino y erc.
Pero... Y la musa? No es solo el escritor el que queda solo. Ella también. Me pregunto si ella perderá su belleza inspiradora producto que no esta su amado narrador.  Se sentirá sola? Talvez ella no tenga idea de cómo preparar café de la forma que el escritor se lo prepara. Talvez intente fumar para ver que le da eso y termine en un acceso de tos por el humo. Talvez ella pasee solo por lugares donde sabe que los recuerdos de él describiendo su historia no le ataquen. O talvez, se devuelva a donde se crearon los primeros capitulos, aquella idea que la hizo aparecer y que permitió esa relacion humano-ficcion floreciera permitiéndole el tener el rostro de una persona amada y un cuerpo abrazandola por las noches, murmurando en sueños. Talvez ella busca el lugar en el tiempo donde pueda existir. 
O talvez, simplemente talvez se reinvente en una nueva musa, se maquillará la sonrisa y esperará encontrarse con alguien que vuelva a hacerla sentir viva. 
Talvez nunca lo sabremos. 

1 comentario:

  1. Oh Selene, Las musas son volubles, asi como de quien se basa el escritor para darles rostro y venerarlas. Solo hay que darle tiempo al tiempo y quizas vuelvan. Aunque nunca sabremos si volveran calidas como el Sol, o frias como el témpano.

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