El café se enfría y vos no llegas. Llevo horas esperándote pero ¿sabes? tengo un límite. Y el sol ya se esta poniendo y el crepúsculo aparece mientras trato de vislumbrar tu figura recortada por las luces de la calle. Pero no hay nada más que un perro enorme que duerme a mis pies y me da algo de calor porque, ya que estamos, el café ya está frío. La moza se acerca despacio hacia mi, no se que cara tengo pero algo de mi paciencia se quebró cuando se puso el sol así que supongo que no es muy buena. Suavemente, casi como una disculpa, me avisa que la cafetería esta cerrando y solo faltaba mi mesa por limpiar y pagar. Yo suspiro. La mesera me entrega un pañuelo y no entiendo porqué lo extiende hasta que noto que mi café esta desbordado en lágrimas que no note que caían. Y mientras me limpié le solicité de favor a la niña que me guardara ese café para mañana, que volvería a tomarlo y le dejé una generosa propina para que cediera a mi petición. Sé que es rara, pero quería experimentar y hoy no era el día apropiado debido a la cantidad de emociones.
El día siguiente aparecí a primera hora a cumplí lo que me había propuesto. Me tomé el café lentamente, saboreándolo, degustándolo y tratando de encontrar algún sabor en particular. Y tenía razón.
El sinsabor de tu ausencia es amargo.
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