domingo, 15 de julio de 2018

La Olvidada

Porque no importaba lo mucho que amara a la princesa, por mucho que besara el suelo que caminaba ella. Con tiempo, El Sueño pudo más con él y la Soledad fue cada vez mayor para ella, activando la maldicion propia de su sangre: El Olvido.
Un día, el enamorado llegó dispuesto a disfrutar unas horas robadas de su guardia en el castillo en una taberna. Cuando la princesa supo, cerró los ojos con dolor  y solo le pidió que guardara su montura con cuidado a lo que él respondió con una sonrisa y un “vuelvo pronto”. Y así , el enamorado partió al downtown de la ciudad, la taberna. Jugó Cartas, bebió cerveza, rió a carcajadas y disfrutó como uno más. Estaba con sus amigos, los que siempre lo apoyaban al cometer cada idiotez y que pintaron sus hazañas como heroicidades a cada quien escuchaba. Siempre iban a esa taberna desde que era un ayudante de caballería. El dueño de la taberna le ayudo siempre que recibía castigo y lo consideraba un hijo más, le aconsejaba para su bienestar y por lo mismo se negó a venderle un  nuevo barril de cerveza.
“No, hijo mío, recordad que debéis llegar antes de la hora más oscura, para que mañana podais venir de nuevo” repitió como rezo funebre a los oídos del enamorado el cual, con ira en sus modales y su arma en mano, empezó a proferir insultos que colorearon mejillas del más rudo y que lo acabaron por llevar a la calle. El enamorado gritó un poco más pero ya cansado, solo fue devuelta a palacio y a su habitación sin detenciones. El sueño empezaba a notársele en los párpados y como si fuera una magia antigua y poderosa, se derrumbó en su cama sin fuerzas más que para coger un par de mantas para no pasar frío.
Ese día, el enamorado no pudo ver a la princesa, producto del cansancio y sus aventuras.
Sin embargo, al día  siguiente, mientras era ayudado a vestirse, se inquieta de las noticias que recibe sin pedir. La criada, Azul se llamaba, le comenta que La Princesa ha estado actuando muy extraño. “Despidió a todos sus allegados y no permite que la ayuden a vestirse” refiere mientras ajusta la chaquetilla. “Talvez una visita suya lo ayude, Sir.” Le comenta el paje. El asiente, distraído y va a los aposentos de la princesa. Ve que ya no hay guardia alrededor y entra. La princesa lo recibe envuelta en sus sábanas, sin maquillaje y algo ojerosa. El la observa, cuidadoso y le comenta “vos y yo debemos hablar mi señora”.
Ese fue el primer día que la princesa y él discuten acerca de su futuro. Una discusión difícil y principalmente llena de cinismo producto de las corteses palabras con doble significancia que se enviaban el uno al otro. Al final, el enamorado ya cansado, la toma, la besa y le promete que siempre volverá a ella cada noche que resida en el castillo para demostrarle que la ama. El asume que esa falta de sentido común fue la causa de esta situación. Ella acepta esa oferta y le promete una conversación agradable cada noche, su postura solemne y su mirada seria.
Por un tiempo, todo vuelve a la normalidad. Sin embargo la princesa no vuelve a llamar a criadas para que la ayuden con el vestido. Lentamente, su aspecto también empieza a cambiar, dejó los vestidos blancos por pantalones holgados y polerones de hermoso acabado que la hacían parecer incluso más pálida de lo que era. Cada noche que el enamorado iba por ella a desearle dulces sueños, el la encontraba ya, sentada en su tocador bebiendo té y mirando fijamente una carta. “De mi madre y de la historia de nuestra familia” refiere distraída cuando la curiosidad pudo con sus modales y consultó. Si no fuera por el cansancio en sus huesos, él habría preguntado más, pero su cama cada vez sonaba más apetecible y fue a por ella sin siquiera responder una pregunta hecha por la princesa. Durmió todo el día y toda la noche y la siguiente madrugada que despertó, recordó que debe  empezar a trabajar en la misma ciudad, en sus necesidades. Cada noche, él volvía, iba a desear buenas noches y armar algo de conversación vana y su cama lo recibía amorosamente después de despedir con un abrazo a la Princesa.
A la semana, dejó de presentarse en la recámara de real. El cansancio pesaba sus hombros y piernas, tenía las manos adormecidas y consideró que su descanso era más importante y que ella entendería. “Ella siempre entiende, es paciente y me ama” piensa distraído mientras corre las mantas para introducirse en la cama. Siente una pequeña incomodidad que no logra reconocer pero  Rápidamente lo solucionó y comenzó a enviar misivas  avisándole de su arribo cada noche, por un par de meses hasta que incluso a veces no llegaba y dormía en posadas para trabajar y pasar tiempo con sus amigos después de un arduo día de trabajos.
Un día, la princesa lo manda a buscar. La carta dice  que requiere su presencia urgente, sin embargo el tenía las manos llenas de tierra y piedras y no quería ver a la princesa así, por lo que pidió que esperar a que terminase el trabajo. El mensajero, nervioso, volvió a insistir en que fuera, que la princesa requería de él sin importar la suciedad o aroma de sus ropas pero él no lo tomó en cuenta y siguió trabajando. Si reino y su futuro dependían de la carretera que estaba armando.
Cuando termino, se entretuvo ligeramente con sus compañeros y fueron nuevamente a la taberna, la solicitud de la tarde olvidada hasta que fue el mismo tabernero quien, sorpresivamente, le dio un tarro de cerveza y le pregunto por la Princesa.. El Enamorado, agradeciendo la cerveza y bebiéndola a fondo, sonrió y empezó a destacar cada cualidad hermosa que él adoraba de su tesoro, sus manos pequeñas, su sonrisa fácil y lo felices que eran cuando salían. A medida que hablaba, sin embargo, empezó a sentirse incómodo sin saber porqué hasta que en un momento, un amigo del trabajo deja su cerveza vacía en la mesa y le grita “Caray hombre! Cualquiera diría que darías tu vida por ella! Se nota tu amor por ella y asumo que debes hacerla feliz todas las noches” moviendo las cejas sugestivamente. Todos ríen de forma espontánea a excepción del tabernero que reprende a su clientela. “Amar, inocente jovencito, no es solo placer. También es dolor. Y amar a una princesa o reina  es dedicarle tiempo, combatir los posibles interesados y hacerla feliz. De los 3 requisitos ninguno es más importante que el primero. Dedicar tiempo significa que te importa tu mujer, que estás interesado aún en ella y ya en temas políticos, significa que su alianza es o será fuerte. También significa continuidad del reino ya que se asume que buscan heredero.” El tabernero respira profundamente y casi disculpándose con el enamorado le comenta.” No digo que ustedes no se hayan casado aun por amor, se nota que la amas y darías todo por ella, pero la política y las relaciones personales son complicadas. Sobretodo con ella. Debes saber que como princesa, ella no puede exigirte nada, solo a menos que la situación lo requiera desesperadamente. Últimamente has pasado semanas enteras acá y ella no te lo ha reprochado, pero no sabes si es porque de verdad entiende o porque no debe hacerlo. Has hablado con ella al respecto? Considera que Las princesas son enseñadas desde la cuna a esperar y tratar de ser perfectas. Que solo así las amaran por ser quienes son y no por el poder que representan”.
“Pero mi princesa no es perfecta!” Le responde indignado el Enamorado “me enamoré de lks por eso, porque le gusta usar el pelo suelto, usa pantalones y tiene un ingenio que rivaliza con su risa”. Sin embargo su cara cambia después de las palabras del tabernero. “Ella debe saber que la amo, sino que hago?” Comenta con algo de pánico producto del alcohol y sus pensamientos. “Debes  de hacerla reír mucho” le comenta el tabernero con sorna. “Debes pasar toda la noche haciéndola reír! Por algo el enamorado está aquí! Cuéntale cómo van las cosas acá y pases con ella, hazla reír y sentir única!” Comenta otro asistente amigo. Todos vuelven a reír, pero la opresión del pecho del Enamorado  aumenta sin motivo. Ese día se promete volver donde ella y escucharla y hacerla  reír. De tanto hablar de su ingenio se dió cuenta que sus réplicas agudas y su sonrisa fácil las extrañaba ya que últimamente ella solo está seria y, aunque usaba un tono suave y comedido, su sarcasmo no estaba. Ya más tranquilo sigue bebiendo y vuelve al castillo cansado. Va a la recámara de la princesa pero está jamás responde y no quiere montar escándalo así que va a descansar. “Mañana hablaría con ella” se prometió.
Al día siguiente, en el almuerzo, él la espera impaciente. Durmio mal y tarde por lo que perdió el desayuno por primera vez en años. Esperaba que el almuerzo fuera bueno. Sin embargo, al pasar por la recámara de la princesa ve a la criada tratando inructuosamente de entrar por lo que él se preocupa y empieza a ayudarla y golpear la puerta con desespero. Nadie abre, ni hay ruido. El la derriba. Ya desesperado hasta la pérdida de raciocinio y ahí ve el cuerpo de la princesa bañado en sangre. Una herida en su abdomen y su pijama manchado de rojo por doquier. Un rojo que ya no se veía fresco, sino más bien coagulado.
El Enamorado vomita. La criada sale a llamar ayuda después de vomitar y llorar desesperada.
En su cabeza como epitafio, la princesa tenía un mensaje.
“Aquí murió el último resplandor de Luna, conocida más normalmente como La olvidada.”

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