martes, 10 de abril de 2018

El Orbe.

Han pasado Eones, desde la última vez que salí de aquí. Estas paredes se transformaron en mi mundo. Esta cueva, la misma de siempre, desde hace mucho tiempo atrás. Los  huesos y cuerpos apilados a mi alrededor sin un orden, muertos, deberían indicar una señal de tener cuidado, de mantenerse alertas pero igual seguían viniendo más y más soldados, mercenarios, criaturas mitológicas y del infierno.Todos a por lo mismo. Su poder. Eso que crea y destruye, el poder de un Génesis custodiado y dormido en este lugar. Afuera, existía una guerra cruenta. Distintos Dioses que nacen una y otra vez, enfrentados unos a otros, contra Hechiceros y entre ellos mismos, Seres Elementales, Arcanos, usando su naturaleza propia en afán de ser el último, el ganador indiscutible, de mover el mundo a su disposición de acuerdo a sus necesidades si consiguen éste preciado tesoro. A veces, estos enfrentamientos eran catastróficos y demasiado poderosos, la tierra se estremecía cada tanto, dando la sensación de no aguantar a tanto poder desatado. 
De la nada aparece una luz, un ojo espía que observa todo alrededor, que me observa, gira sus ojos a través de las guardas y desaparece luego de parpadear. Tiempo despues, se escucha el ruido de interferencia que aprendí a reconocer como una aparición Arcana.  Un ser, en medio de un velo de energía roja translucida. Todo en él, me recordaba al fuego. Pelo largo de fuego, piel broncínea dorada y sus ojos... sus ojos marrones veteados de oro brillando con codicia inusitada. En dos movimientos tengo una daga en el pecho y me dejo caer. Sangre cae de la herida. Y  ese ser, su mano del mismo tono dorado broncíneo que el resto de su cuerpo, coge ese pequeño orbe que sostenía en mi centro y que dejé caer cuidadosamente al suelo. El orbe se queda ahí, en su palma girando en su eje de forma alarmante, palpitando, creciendo y emitiendo destellos coloridos y el  ser aguanta la respiración hasta que todo pasa, hasta que esa esfera empieza a calmarse, para volver a caer en la palma de la mano, como si hubiera sido consumado. Puedo ver, el momento en que él suelta la respiración.
Y luego, el terror. 
La cueva empieza a desmoronarse, el suelo se parte en pedazos llevándose algunos cadáveres hacia la profundidad. bajo cada resquebradura,  un aroma a azufre empieza a salir  y algo naranjado brillante empieza a emerger lentamente, cada vez más hacia arriba. Y puedo ver como ese ser (un Arcanísta, me digo a mi misma, intentando recordar) intenta, desesperadamente, salir. El Orbe, que estaba en su mano, lo acuna contra su pecho e intenta desaparecer por un hechizo arcano, la misma forma que entró, asumo. Su poder se reune y se ven un montón de chispas broncíneas  mezcladas con rojas empezar a aparecer a su alrededor chisporroteando cada vez más como si algo hiciera interferencia hasta que , finalmente, se agotan y desaparecen. Y en su rostro vuelve el pánico al notar que no ha salido de la cueva, que sigue siendo alcanzado por esta marea y que ésta ya está a centímetros de su cuerpo. Puedo ver como mira alrededor buscando una salida, sus ojos como un zorro enloquecido. 
.- Puedo ayudarte-. Le digo. La daga en mi pecho como conexión con su esencia, le hablo directamente a su miedo, a su orgullo y todo lo que es él.- Puedo ayudarte -. Repito. 
.- ¿Quién es? Muestrate!- Responde, asustado. Su mente, puedo ver, es un caos. Hechizos en su mente, sacrificios necesarios para desatar dicho poder. Busca salidas incluso ahora, una mente lógica y astuta. Un alma retorcida baila en su interior. 
.- Hecha y Deshecha. Locura y Astucia, soy los suspiros que quedan de tu vida. Astuto ladrón, pedazo de zorro, pequeño mentiroso, puedo sacarte de aquí. ¿quieres salir? -. Lo veo asentir, frenético .- te puedo sacar, artero cruel, pero ¿ qué me darás a cambio? -. Trata de hablar, pero falla. el calor, el azufre lo empiezan a sofocar, pero su mente se abre para mi, me muestra su respuesta: "Lo que quieras" me dice, su sangre me baila alrededor, sus huesos ruegan por no morir en el infierno que se abre a sus pies. El terror pintando sus facciones de forma conmovedora. 
.- Suelta aquello que tomaste, ilusionista farsante, deja aquello que es propio de éste lugar y podrás volver. Su poder, su habilidad, no es para el exterior. No es para un Arcano como tú. No debe dejar esta roca hasta que el momento sea propicio y ese día no es hoy. Si lo sueltas, y prometes por tus huesos no volver, podrás salir tal cual entraste aquí -. 
Veo su rostro enfurecerse, torcerse en una mueca de odio.¡ Son Años dedicado a ésto!, me gritó a través de su sangre, en la conexión de su daga. Su satisfacción personal saber que lo había encontrado. Pude ver su historia, sus años de dedicación a la investigación para encontrar esta fuente de poder, su propósito de utilización. Y supe, antes de que el mismo supiera, cual iba a ser su respuesta.
Lentamente, como si toda una vida le llevara hacer este movimiento, El Arcanista saco de su pecho el orbe. Lo miró palpitar en su palma y dijo, con una voz profunda y poderosa. 
.- No -. 
Su mano, broncínea, empezó a moverse alrededor del orbe, dándole su poder en afán de comandarlo. Una cinta de color rojo iridiscente conectó a ese orbe desde su piel, y pude ver como intentó usar el mismo hechizo de Transportación Arcano, pero usando el orbe como catalizador principal, como sacrificio. Pero el orbe absorbía su poder y solo reflejaba un leve brillo, no esa incandescencia propia que salía en los libros que él mismo, me había mostrado en sus recuerdos, había  traducido y leído. Pero él, astuto arcano, intentó una vez más, dando mas brillo, mas fuerza vital, y pronunció en su mente, en su sangre en sus huesos el conjuro, su miedo deslizándose de él en algo tangible. Y el orbe brillo, brillo y se incendió en su mano, mutó y se transformo en la misma lava que el intentaba evitar y lo bañó, entero, dejándolo sin huesos ni ceniza que esparcir. Su cuerpo y esencia se borró para siempre del mundo y el orbe se fue acomodando, calmando hasta que la cueva dejó de temblar y resquebrajarse, y todo empezó a volver a la normalidad. El suelo volvió a unirse, un par de cadaveres y huesos perdidos para siempre en la lava  y la oscuridad fue atenuada por la misma luz de siempre. 
Me senté, saqué la daga de mi corazón y fui flotando lentamente hasta el orbe el cual cogí con un trozo de mi túnica. y lo dejé en donde estaba inicialmente. 
Como guardíán de éste poder, he visto muchas veces llegar a estos visitantes, de corazón retorcido y planes perversos. Astutos, Inteligentes, Lógicos, algunos Dementes en rigor de la palabra. Todos cogen el orbe y prefieren conservarlo, suponiendo que lo dominan, que lo merecen. No se dan cuenta de que todo es una trampa hasta que es demasiado tarde. Para todos. Pero sobretodo, para ellos y sus vidas las cuales perecen, una y otra vez. Sin derecho a renacer por sus pecados en éste mundo. La codicia, pensé, será la causa de muerte de muchos más. 

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