domingo, 8 de abril de 2018

Sueño 08/04

Una habitación de color blanco. 
Cortinas del mismo color que esconden el sol. No hay muebles, solo una cama con sábanas y cobertores prístinos y albinos, una almohada y encima... un cuerpo. Era yo. Soy un observador testigo de mi misma. El único punto de color son los  mechones sueltos de un rojo desvaído, mis manos apoyadas aparentemente cómodas en los costados del cuerpo, el rostro ausente, sin emoción alguna que demuestre algo. Piel blanca, venas azules y lilas que dan un movimiento continuo donde se logran observar, que demuestran el corazón latiendo. 
Todo Blanco. 
Pasan horas. Pasan días. Por el costado observo como anochece  y vuelve a amanecer 3 veces. El teléfono suena, en la almohada contraria, pero mi cuerpo lo mira y lo deja estar. El segundo día aparece un Televisor, sin embargo es ignorado. Aparecen libros, dulces y café al tercer día y sin embargo todo queda intocado. A veces, mi cuerpo lo mira. Hay un leve brillo de reconocimiento en los ojos de forma fugaz, pero jamás lo toca. Y así pasa el tiempo de aspecto eterno.
El tercer día, despierto dentro de ese cuerpo. 
Abro mis ojos y siento que el cansancio me golpea. Siento que mi interior esta atenuado por este cansancio. Una pared pesada y transparente que me carga y me deja postrada en la cama. Cada uno de los movimientos que vi que hacia mi cuerpo me parecen tareas titánicas. Y lo entiendo, cuando aparece el café de la mañana y ella, aunque le guste, lo ignora por que no le gusta lo suficiente. Y también entiendo aún más cuando no contesta el teléfono, porque , aunque sea fácil contestar, no siente que hablar por teléfono le deje algo, porque no le importa, porque está cansada. Y también entiendo, cuando pasan las horas y ella, mi cuerpo, no se mueve. Y me da temor, un poco. 
Y pasan 3 días más, los cuales son iguales a los que viví siendo testigo de ésta apatía. Como si tuviera que revivirlo, entenderlo a fondo, darle un sentido al sueño. Y claro, supe, de repente que era un sueño, pero aún así, al despertar miré las cortinas de mi habitación solo para comprobar que no eran blancas. Y no recordaba ni mi nombre. Ni quienes viven conmigo, en realidad, fue como si nada me interesara. Como si esa apatía hubiera tomado un camino cercano al consciente, como si hubiera avanzado un poco más y empezara a dominar mi cuerpo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario